domingo, noviembre 05, 2006

Mirador de Koyodai en Saiko y noche de fotos de otoño

En el mapa turístico aparecía que las vistas más espectaculares del otoño del fuji eran desde un mirador ubicado en la localidad de Koyodai, a unos 30 km desde Karaguchiko.

Es sábado. Mara, una brasileña, decide acompañarme.





Tomamos un bus "retro" que realiza un circuito fijo con varias paradas y por el cual uno paga un solo ticket diario.

Luego de recorrer en bus las riberas del lago karaguchiko cruzamos al lago saiko. Luego en el sector de las cuevas de lava y murciélagos que unos días antes habíamos visitado, creo reconocer el lugar donde bajar para empezar a caminar unos 4 km. Bajamos, consultamos a unos caminantes por Koyodai, nos asienten con la cabeza. Nos dicen que siempre a la izquierda (en japonés). Así lo hacemos. El camino es muy empinado. Me hacen efecto los dos cigarrillos que fumé la noche anterior. La pendiente debe ser de un 45% y subimos por un sendero que no parece muy usado, lleno de hojas en el piso no pisadas.

Luego de una hora y media de caminata, nos cruzarnos con un camino de ripio, hay mucha gente, niños, ancianos, todos suben la misma pendiente. No pierden ritmo. No se cómo lo hacen. Están vitales. No hay cigarrillos en esos pulmones.

Alcanzamos la meta. Un mirador, 10 fotos. Segundo mirador, 5 fotos y tercer mirador, 20 o 30 fotos.

La idea era regresar a tiempo para ir a ver la puesta de sol a Karaguchiko pero no nos da el tiempo. Tuvimos que esperar el micro de retorno como 45 minutos y eso nos atrasó. Pero la espera fue entretenida. Un grupo de unos 10 abuelos de 70 y 75 años andaban de excursión, se habían reunido como ex compañeros de universidad. Me acerqué a uno de ellos para preguntar a qué lado de la carretera tomar el micro a Karaguchiko y empezamos a conversar (él solo hablaba japonés). Luego llegaron sus amigos. Una señora que habla un poco más de inglés. Les decimos que somos "kenshuins" del jica (estudiantes). Hablamos de salmón de chile, les digo que también producimos vino. Ahhhhhh, exclaman. chilean wine, hai. Les doy el nombre de Montes y Concha y toro así como el precio al que lo había encontrado en Sapporo (1800 y 900 yenes respectivamente, lo que es 3500 y 7000 mil pesos). Me agradecen el dato como si les hubiera regalado una botella.
Tomamos el micro. Una anciana se esmera en darnos el asiento. Hay una señora de unos 75 años parada en el micro. Le doy el asiento, pero no me acepta. Le insisto 4 veces y acepta. Mas por no faltarme el respeto. Un anciano me mira con desprecio ese gesto. Yo no lo entiendo.
Un niño coreano mareado con tanta vuelta viene a punto de vomitar. Le paso una bolsita a su madre. No saben que hacer. Abren ventanas. Lo abrazan. No hablan japonés.
Reparto caramelos en la micro. Varios me aceptan. La señora amiga dice Chire deska (es chileno) ooohhhh, responden varios. La persona que acompañaba a uno de los hermanos del niño enfermo me habla y me pregunta de donde soy en inglés. De Chile le digo ¿y usted?. Corea me dice. Ahhhhh... Chilean wine me dice. Aaahhh. You know the chilean wine? le pregunto. Sure me dice.
Nos bajamos en el teminal de buses. Nos despedimos de los abuelos vitamina. A Mara le regalan un botón de la buena suerte que debe colgar de su ropa.
Ya es tarde, ha oscurecido. Caminamos por la costanera un poco. Caminamos por la calle central tomando fotos a los árboles rojos y amarillos que son alumbrados por focos. Una carreta iluminada. Son unos 5 o 6 kilómetros al hotel No hemos almorzado y son las 6 o 7 de la tarde.
Cruzamos el puente de noche. Los barquitos están iluminados. Karaguchiko ya se ha preparado para la navidad suponemos.
Necesitamos un restaurant urgente. Entramos a dos o tres pero los precios eran exorbitantes. Otros estaban llenos. Finalmente un restaurant chino parece una buena opción. Entramos. Las fotos se ven bien. Un arroz condimentado. Fantástico. Un vino. Dicen que es francés pero la etiqueta está en japonés. Vino tinto. Helado. No me calza. Lo pruebo y es como un rose santa emiliana. No es malo.

Hablamos de nuestras vidas.
Volvemos al hotel. Mañana será otro día.



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