domingo, noviembre 05, 2006

Historias de tragedias por derrumbes

Cuando hace unas tres semanas atrás visitamos una villa rural tradicional japonesa en la localidad de Saiko, veíamos entre sus museos fotos de las tragedias que esa villa había sufrido producto de las avalanchas de lodo que ocurrían y que tapaban al pueblo y a su gente.


Los cerros tienen pendientes muy altas acá, y me imagino que la costumbre por el establecimiento de cultivos de arroz en terraza tiene que haber aportado lo suyo.

En la actualidad los cerros se mantienen con una cubierta densa de bosques naturales en sus cumbres y una mezcla de los mismos y plantaciones de coníferas en las laderas. No se cómo habrán llegado a establecer ciertas plantaciones en pendientes que defino como barrancos, pero me imagino que colgando a los forestadores. El precio era proteger a las comunidades establecidas aguas abajo.


Desde el mirador de Koyodai tengo una amplia perspectiva de ese pueblo. Y es imposible no imaginarse que si en sus colinas hubiera terrazas de arroz taparían cada invierno lluvioso esas casas, especialmente ahora que el cambio climático concentra las lluvias en menor cantidad de días al mes y del año.

Las obras de construcción de diques se ven en cada gran quebrada, canalizaciones de los cauces que ordenan y definen por dónde bajan las aguas. Mallas protectoras contra caidas de rocas en cada ladera expuesta a orillas de camino, etc.

De alguna manera esto me explica también el tipo de obras de control de erosión que los expertos japoneses construyeron en la localidad de San Pedro, Navidad, en el camino de la Fruta de Melipilla. Donde para controlar la erosión de terrenos agrícolas y evitar el agrandamiento de cárcavas, diseñaban obras de arte con concreto, neumáticos, mallas, maquinaria pesada. Los costos que se alcanzaban eran de unas 900 mil pesos por hectárea, algo imposible de pensar para recuperar suelos forestales de gente pobre y menos de replicar en todos los suelos erosionados del país. Uno de esos terrenos tiene que haber tenido en su mejor calidad productiva un valor menor de los 200 mil pesos.

Pero en ese caso, si los chilenos (conaf en ese caso) pidieron un experto en erosión y control de cárcavas, japón no iba a mandarles a un experto en control de carcavas para países pobres. Mandaría a los especialistas que habían trabajado de verdad y con recursos para proteger a poblaciones humanas. Como si les pdieramos que nos ayudaran a proteger a las comunidades de lota, chiguayante, constitución contra los aluviones que sepultan a sus familias cada año.
Las soluciones inteligentes de nuestras autoridades van por el lado de prohibir las construcciones en esos lugares según lo ordenan los planes reguladores comunales. Ja, pienso ahora.

Cuestión de sintonización me imagino ahora. Algo de lo que deberé cuidar si pienso en la colaboración japonesa para el maule. Pedir expertos a la medida.

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