domingo, octubre 15, 2006

La estación Akasuza del metro, donde nos bajamos del barco, está muy cercana al principal templo Budhista de Tokio y se llama Kaminarimon.

A dos cuadras antes de divisarlo empieza el comercio al detalle. Como en cualquier sitio de peregrinación de casi cualquier religión, el tema religioso se chabacanea con los mercaderes. Y eso ya desde la época de jesús en nuestra concepción.

El templo aparece grandioso. Todas las calles cercanas están llenas de gente. Al parecer acá se congrega gran parte de los turistas extranjeros que visitan Tokio. Occidentales y Orientales.

En el altar se echa una moneda de 100 yenes ($500), se revuelve un cilindro de metal que contiene palitos con numeros en japonés. Los revuelvo hasta que sale uno. Un japonés gracioso que estaba al lado esperando que desocupara el cilindro me muestra una serie de cajitas de madera y me señala a cual corresponde mi numero. Abro la cajita, saco un papel con letras chinas. El japones las mira y se rie. me dice "unlucky". Está cagado de la risa.

Yo pienso que yo no creo en estas cosas de orientales. Trato de olvidar la pregunta que a ojos cerrados había hecho un minuto antes cuando me concentré en la pregunta que quería se me respondiera, como en el I-Ching.

Puede que me haya faltado revolver más. Puede que el japonés me haya gastado una broma. Puede que efectivamente no ande con suerte por ahora. Ìgual se me había acabado la batería de la cámara (peor esa no era mi pregunta). Mejor le preguntaré a Hiroyo mañana que cresta me dice el papelito. Ahí decidiré si creo o no creo en estas cosas.

Total, la cuestión está chacreada con todo el mercado en torno al templo. Debe ser eso. Perdió el sentido original.

Lo mismo dirán ellos cuando van al vaticano. O a San Sebastían, O a Sor teresita. O a Fátima, o a la Meca, entre otras. Y cuando juegan a "pepito paga doble" y les va mal. Total, es la misma cuestión. Azar. ¿O no?

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